Cuando la lluvia nos supera. La defensa oculta de Barcelona.

Ya estamos metidos de lleno en otoño (aunque este año está costando lo suyo), y como cada otoño las lluvias nos han cogido desprevenidos, han colapsado pueblos y ciudades de Cataluña e incluso hemos tenido que lamentar pérdidas humanas. ¿Tan obtusos somos para que nos sorprenda cada año un fenómeno tan cotidiano como la lluvia? ¿Es que no estamos preparados ni para algo tan banal? ¿Porque nos pilla siempre desprevenidos? Pues la respuesta empieza en analizar nuestro querido clima: el clima mediterráneo.

El clima mediterráneo es el que disfrutamos en la costa occidental de la península, el responsable de nuestro duradero romance con los turistas cada verano, y el que gozamos en la ciudad desde la que escribo: Barcelona. Este clima es particular porque durante el verano provoca sequías generalizadas en toda Cataluña, mientras que las lluvias se concentran en otoño, con algunas precipitaciones en la primavera. Y cuando digo «concentra» no es una metáfora literaria, quiero decir que hasta el 40% de la lluvia de todo un año puede llegar a concentrarse en 2 ó 3 días de otoño. Eso es mucha agua.

Y esto es algo especialmente problemático cuando tenemos una ciudad pavimentada con un suelo incapaz de absorber el agua como lo haría la tierra del bosque, lo que nos lleva a la pregunta: ¿a dónde va toda esa agua? Pues a las cloacas, claro, donde acaba toda el agua de la que nos queremos deshacer. Pero las cloacas tienen un volumen limitado, y cada otoño la lluvia supera ese volumen, lo que en el pasado ha provocado inundaciones en la ciudad, daños materiales, e incluso ha llegado a cobrarse cientos de vidas.

Consecuencias del temporal y las inundaciones del otoño de 1926 en la ciudad de Sant Boi del Llobregat. Cientos de personas murieron durante las inundaciones y otras tantas desaparecieron.

En Barcelona hace ya años que no sufrimos inundaciones tan graves, y no es porque llueva menos, es que bajo nuestros pies se han construido unas instalaciones que poca gente conoce y que nos protegen de las inundaciones. Hablo de los depósitos de aguas pluviales. Estas construcciones son tanques capaces de almacenar miles de metros cúbicos de agua en su interior. Son instalaciones que silenciosamente nos ahorran disgustos y desgracias cada otoño y que protegen el mar y la costa de contaminantes y desperdicios, evitando desastres medioambientales como los que hace unas décadas se daban año sí y año también. Así que vamos a conocerlos un poco más y a aprender cómo funcionan.

El Deposito Regulador de Aguas Pluviales de Joan Miró tiene una capacidad de 55.000 metros cúbicos. Las columnas que veis en la foto tienen 17 metros de altura. Todo el complejo se encuentra debajo del parque de Joan Miró, cerca de plaza España.
El Deposito Regulador de Aguas Pluviales de Joan Miró tiene una capacidad de 55.000 metros cúbicos. Las columnas que veis en la foto tienen 17 metros de altura. Todo el complejo se encuentra debajo del parque de Joan Miró, cerca de plaza España.

Los depósitos de aguas pluviales se pasan la mayor parte del tiempo vacíos esperando a que llueva. En ese momento, las aguas del sistema de alcantarillado se desvían para transportar el agua hasta estos depósitos, donde se acumulará hasta que pare la lluvia. En ocasiones, estos depósitos han llegado a estar por encima del 95% de su capacidad, pese a su impresionante volumen. Cuando deja de llover, el depósito empieza a liberar el agua de nuevo a la red de alcantarillado, para que siga su recorrido.

El agua que se almacena no se aprovecha porque el sistema de recolección de aguas de Barcelona es unitario, es decir, que mezcla las aguas pluviales con las fecales. Y ¿Dónde creéis que irán estas aguas después de todo su recorrido? Pues a las depuradoras, donde acaban siempre las aguas de las cloacas, que limpiaran el agua hasta liberarla de contaminantes y poderla verter de nuevo al mar. Y por supuesto estas depuradoras también tienen capacidad finita, por lo que el depósito liberará el agua a la red a un ritmo adecuado para prevenir la saturación. Si el volumen de agua en las alcantarillas superara la capacidad de las depuradoras estaríamos ante un riesgo de inundación en la ciudad, y no habría más remedio que liberar las aguas fecales al mar directamente, con las consecuencias medioambientales nefastas y bastante asquerosas que os podéis imaginar.

Quedan explicadas, pues, las principales funciones de estos depósitos: proteger la ciudad de las inundaciones otoñales que tantas veces han castigado la ciudad, y evitar el vertido de aguas fecales al mar, acumulándolas hasta que las depuradoras pueden tratarlas adecuadamente.

No obstante, hay que tener en cuenta que en la red de alcantarillado el agua fluye en un único sentido, de montaña a mar. Así que cuando llueve en las zonas de la ciudad más cercanas a costa difícilmente se podrá dirigir esa agua a ningún depósito, por lo que no hay más remedio que liberar cierta cantidad de agua al mar. Así que no recomendaría pegarse un baño en la Barceloneta después de estos días de tormenta. Bueno, por lo que pueda pasar, en la Barceloneta no lo recomendaría nunca.

Barcelona tiene actualmente 11 depósitos en funcionamiento. La mayoría de ellos tienen como función principal prevenir inundaciones, mientras que unos pocos están dedicados exclusivamente a prevenir las descargas del sistema de cloacas al mar (anti-Descargas del Sistema Unitario, o anti-DSU). Aunque muchos tienen cumplen ambas funciones de forma inevitable.

Deposito de regulación de aguas pluviales de la Estrella, en Badalona.

Por cierto, en la ciudad de Barcelona estos depósitos funcionan de forma inteligente, activándose de forma autónoma cada vez que llueve, bajo supervisión de los técnicos, por supuesto. Si os interesa el tema, además, podéis acudir a una visita guiada por el depósito de aguas pluviales de Joan Miró, bajo el parque de Joan Miró, cerca de plaza Espanya, donde aprenderéis mucho más sobre el mundo que hay bajo nuestros pies.

Este artículo no acaba ni de lejos de explicar todos los entresijos que oculta la red de alcantarillado de Barcelona, como la de cualquier otra ciudad, pero espero que la próxima vez que caiga una lluvia torrencial os venga la mente la imagen de toda esa lluvia corriendo por el subsuelo, controlada y apaciguada por un complejo sistema que nos protege en silencio.

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